Antes de investigar los crímenes del millonario estadounidense Robert Durst, como se vio reflejado en las dos temporadas implacables de The Jinx, el director Andrew Jarecki revolvió los secretos de los Friedman, una familia judía de clase media envuelta en un escándalo de pedofilia a finales de los años ochenta.
Estrenada originalmente en 2003, Capturing the Friedmans confronta las versiones sobre un caso controvertido y discute, en algún sentido, la naturaleza de la verdad. Todo comienza en 1987 cuando la policía de Nueva York detecta el envío de material pornográfico proveniente de Holanda dirigido a Arnold Friedman, un profesor de computación retirado, que vivía junto a su esposa y sus tres hijos en un suburbio de la ciudad. Tras un allanamiento, los investigadores descubren que, además de este correo, Friedman escondía revistas compartidas con otros pederastas.
Comienza, entonces, el raid policial y el derrumbe de la familia. Friedman es detenido y los investigadores intentan establecer cuál era su comportamiento como docente. Con el correr de las semanas, mientras los noticieros ocupan horas de atención sobre el caso, la justicia toma declaraciones a una docena de menores de entre 8 y 11 años que denuncian distintos abusos de parte de Friedman y uno de sus hijos, Jesse.
El tribunal que los condenó en primera instancia leyó 91 acusaciones en las que se los culpaba por abuso sexual. Un número de cargos considerados por muchos como «inverosímiles». Jarecki, como se puede ver en su trabajo, le preguntó al fiscal que llevaba el caso: «¿Hubo alguna prueba física en el caso que sido relevante o el caso se basó en el testimonio de los niños?». El fiscal responde: «Fue testimonial, no hubo evidencia física».
Lejos de ubicarse en una posición neutral (¿quién podría ponerse en una situación neutral en estos casos?), Jarecki expone las dudas, las versiones y los testimonios de todas las partes. A esas entrevistas se suman las 25 horas de grabaciones caseras que los Friedman guardaron durante 15 años y que constituyen el corazón del documental. «Eran muy narcisistas, grabaron los videos para intentar entender y también para verse», dijo el realizador en una entrevista de 2004.
Jarecki llegó a la historia cuando grababa un documental sobre payasos de Nueva York y conoció a David Friedman, el hijo mayor, que trabaja como payaso animador de fiestas infantiles. «Fue un shock, nunca había visto escenas tan íntimas, tan personales, expuestas. Fue fascinante, doloroso e impactante», aseguró sobre el archivo audiovisual de la familia.
Con el correr de los años, Capturing the Friedmans se convirtió en un clásico del cine true crime, defendido por su director como un film que escarba sobre la incertidumbre: «Es peligroso detener a un hombre y llamarle monstruo, eso no nos absuelve de nuestra responsabilidad de intentar comprenderlo. Tengo dos hijos y la pedofilia de Arnold Friedman es algo inquietante para mí. Lo importante no es sólo ser lo más objetivo posible, sino recordar que la verdad no es fácil de agarrar. Arnold era pederasta pero también fue víctima de un linchamiento. Esta película acepta la incertidumbre, que ni sabemos todo ni podemos saberlo»