Entre los mejores documentales estrenados en la última edición de BAFICIsobresale Taranto, un trabajo del cineasta argentino Víctor Cruz en un pueblo al sur de Italia carcomido por la contaminación del principal polo industrial de Europa.
Construido bajo el amparo de los gobiernos de turno, que miraron para otro lado aún conociendo los riesgos que acarreaba, una cementera, una refinería y la acería ILVA conforman el enorme polo instalado desde comienzos de la década del ‘60. De las tres, la acería pertenece a la «zona caliente» de la ciudad porque bordea la parte más contaminada y más contaminante, a muy pocos metros del barrio Tamburi.
«El cáncer es la consecuencia más devastadora de la ocupación de esta ciudad por parte de este monstruo», dice Vincenzo Curcio, operario de ILVA. Aunque las causas de las enfermedades quedan fuera de discusión, la división entre los pobladores que denuncian la falta de controles ambientales y los que defienden el progreso a cualquier costo son el nudo central del conflicto del documental.
El realizador hace un relevamiento del avance de la contaminación a través del aire (el polvo de mineral sobrevuela la zona todo el tiempo), en el agua (el vertido de desechos tóxicos pulverizó la población de mejillones) y en la tierra (la dioxina de ILVA contaminó distintos terrenos y obligó a sacrificar más de 300 animales en 2008)
A propósito de la proyección de Taranto en la 8va. Semana del Cine Documental Argentino, esta semana hablé con Víctor Cruz sobre sus viajes a Italia y la masacre silenciosa en estas «zonas de sacrificio».
1. ¿Cómo llegó a vos la historia de Taranto?
La conocí mientras filmaba mi película anterior en Italia (N. del R.: ¡Que vivas 100 años!, estrenada en 2020) Apenas terminé el rodaje viajé a Taranto y pude ver cómo la fábrica de acero más grande de Europa provocaba una tragedia ambiental y sanitaria monstruosa. La contaminación del aire, el agua y el suelo sigue provocando un aumento de la mortalidad infantil y numerosos casos de enfermedades graves como cáncer, sobre todo en Tamburi, el barrio más cercano a la fábrica.
2. ILVA parece haber implantado en algunos pobladores una especie de trampa. Al tiempo que es el principal foco de contaminación también se muestra como la principal fuente de trabajo para muchos vecinos del lugar…
Fue lo que más me atrajo sobre lo que estaba pasando. La trampa que originaba el enfrentamiento entre los pobladores y los trabajadores de la planta, el choque entre el derecho a trabajar y el derecho a la salud. Todos tenemos derecho a trabajar y todos tenemos derecho a la salud, parece una obviedad, pero no podemos aceptar que sean derechos contrapuestos. Detrás de este falso dilema se esconde el verdadero problema: un sistema productivo y económico que en su insaciable afán de lucro se lleva todo por delante e intenta reducir las opciones a morir de enfermedad por contaminación o morir de hambre por la falta de trabajo.
3. ¿Cuántas fábricas como esta existen hoy en Europa?
Durante los últimos diez años la producción de acero en Europa se ha ido reduciendo, pero creció en China donde hoy se produce más de la mitad del acero del mundo. En el caso de Taranto, además de ILVA, existe el polo petroquímico y una cementera que también son señaladas como empresas contaminantes. Estas industrias se crearon al calor de lo que se conoce como el «milagro económico italiano». Durante los años de la posguerra se vivió una suerte de utopía industrialista, producto de la enorme inyección de capital que significó el Plan Marshall, donde el feroz avance industrial arrasó los ecosistemas tradicionales provocando, además, profundos cambios culturales y sociales. En Taranto esa utopía industrialista se transformó en un presente distópico, donde las industrias lentamente se van cerrando y solo queda la tragedia social y ambiental.
4. En tu documental aparece a las claras la conveniencia política de ocultar este drama ecológico. ¿Qué cambió en el lugar desde que terminaste la película?
El caso de Taranto ha cobrado mucha notoriedad desde que estalló el conflicto entre pobladores y trabajadores en 2012. Durante estos años hubo algunos avances, como el cierre del alto horno más contaminante y retrocesos como el decreto ley Salva ILVA, que declaró a esta industria como estratégica e impidió su cierre mientras la planta realizaba su adecuamiento a las normas ambientales. Ha sido un tema muy candente al que los sucesivos gobiernos no han brindado soluciones de fondo sino parches lastimosos. Los habitantes de Taranto continúan conviviendo con la contaminación y la muerte. Hace unos meses hubo un gran avance en la causa judicial contra los antiguos dueños de la fábrica y altos funcionarios públicos, se los condenó por desastre ambiental con penas que llegan a más de veinte años de cárcel.
5. Tenés un proyecto pendiente, siguiendo la línea de Taranto, centrado en el CEAMSE de Buenos Aires. ¿De qué se trata y por qué hablás de «zonas de sacrificio»?
Sí, es un proyecto anterior a Taranto, una película que no logro finalizar, quizás porque mi mirada se ha ido complejizando a lo largo del tiempo, entre otras cosas por haber conocido Taranto. Inicialmente se focalizaba en los habitantes de González Catán, sobre todo en el grupo de vecinos que viven más cerca del relleno sanitario. Allí la contaminación del agua, el aire y el suelo se produce por el tratamiento de los residuos. Más de 11.000 kilómetros separan González Catán de Taranto, pero las enfermedades son las mismas: cáncer, leucemia y enfermedades respiratorias. La definición «zonas de sacrificio» se utiliza para nombrar a regiones como estas, las que son víctimas de daño ambiental severo y constante por causas diversas como la actividad industrial o la disposición de residuos. Creo que las “zonas de sacrificio” sólo pueden darse en poblaciones vulnerables que no cuentan con una organización social fuerte que pueda enfrentar la instalación de estos focos contaminantes. Estas zonas deben entenderse como parte de las relaciones entre centro y periferia, Taranto está en el sur de Italia y Catán en el conurbano bonaerense, en ambas ciudades desde hace mucho tiempo, parece que se puede hacer casi cualquier cosa.