Notturno: viaje a los márgenes de la guerra

Notturno

El último documental del italiano Gianfranco Rosi confirma dos cosas: su sensibilidad para aproximarse a los escenarios más duros y su asombrosa capacidad de observación sin subrayados innecesarios.

Como en Fuocoammare, el trabajo anterior del director que se concentraba en el drama de los refugiados en la pequeña isla de Lampedusa, el tema acá no es menos feliz: Notturno muestra un recorrido por zonas de frontera arrasadas por diferentes conflictos bélicos en Siria, Irak, Líbano y Kurdistán donde Rosi consigue retratar, a través de imágenes alucinantes, distintas escenas de lo que parece ser el cotidiano de las personas.

El dolor de una madre llorando a su hijo asesinado en una cárcel abandonada que había sido construida por el régimen de Saddam Hussein para eliminar a los kurdos en Erbil; la obra de teatro que un grupo de internos de un psiquiátrico de Bagdad ensaya para exorcizar los horrores de la guerra; la vida de un preadolescente que asiste a cazadores por 5 dólares diarios y las sesiones de una terapeauta con un grupo de chicos sobrevivientes de ISIS que vieron con sus propios ojos cómo los terroristas torturaban a sus familiares son apenas algunas de las historias que rescata.

«Cuando vi tu película me emocioné mucho. Y me quedé callado un par de horas porque sentí que, en cierto modo, era una especie de haiku cinemático: no había respuestas fáciles, no había discursos, no había motivos ulteriores», le dice a Rosi el cineasta Alejandro González Iñárritu, director de Revenant, en la introducción de una charla por Zoom luego de la proyección de la película.

«El desafío consistía en no dar una respuesta y no hacer preguntas porque siempre creo en todo mi trabajo que, si haces una pregunta, tienes que responder», explica Rosi. Si Lampedusa era un personaje perfecto para sintetizar las penurias de los refugiados en Fuocoammare, en Notturno la frontera es un protagonista central: «De repente tuve la necesidad de ir hacia otros lugares, para ver de dónde provenía esta ola de personas», dice Rosi. «Las fronteras son un ejemplo de identidad cancelada. La frontera, que es un lugar que habitualmente divide, para mí fue un punto de encuentro. Fui allí sin conocimientos, sin guión, sin nada. Pero quería conocer gente: el encuentro fue mi fuente de trabajo».

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A lo largo de los 100 minutos del documental naturalmente se imponen distintas preguntas sobre la realización: ¿Cómo lo hizo? ¿Cómo convenció a esas mujeres para grabarlas en la cárcel abandonada sin que su presencia supusiera una intromisión?
Cuando Iñarritu quiso saber cómo se las arregló para plantar la cámara sin intimidar ni condicionar posibles reacciones y comportamientos de sus personajes, Rosi contestó: «Me paso días, meses con ellos y sin cámara. Y sé exactamente lo que está pasando. Odio filmar. No me gusta filmar. Para mí, mi mejor película que tengo en mi mente, es una que nunca haré».