«Me empecé a repetir y me pareció deshonesto. No quería que fuera como esas historietas que tienen 40 años y uno las lee por costumbre», dice Quino cuando le preguntan por el final de Mafalda. La tira salió por primera vez en 1964 y se discontinuó en 1973, pero su vigencia en los últimos 50 años permaneció intacta en generaciones de lectores.
El primer episodio comienza con el origen publicitario y casi olvidado de Mafalda. En 1962, una agencia le propuso al historietista dibujar a una familia para promocionar los electrodomésticos Mansfield. Una de las condiciones de la agencia era que todos los personajes tuvieran nombres que empezaran con las letras M y A para estar en sintonía con las primeras consonantes de la marca de electrodomésticos. El dibujante recuerda que tomó el nombre Mafalda de una niña que aparecía en la película Dar la cara, de José Martínez Suárez.
Dos años más tarde, en lo que el propio Quino considera la fecha de nacimiento de Mafalda, la tira comenzó a salir todas las semanas en la revista Primera Plana. La producción dirigida por la cineasta Lorena Muñoz intercala la experiencia formativa de distintos ilustradores (aparecen Maitena, Tute, Montt, Liniers y Raquel Riba Rossi, entre otros) con las opiniones especializadas de editores, como Kuki Miller de Ediciones de la Flor, o de la investigadora Claire Latxague. En simultáneo, figuras como el basquetbolista Manu Ginóbili, los actores Nancy Dupláa y Federico D’Elía o el escritor Rodrigo Fresán cierran un círculo generacional con distintas lecturas de Mafalda.
Ahora que la película se podrá ver gratis durante un par de semanas, hablé con Andrés Di Tella sobre el origen del proyecto, el proceso interno de la película y la idea del diario cinematográfico que mutó a lo largo del rodaje.
«¿Quién no quiere a Mafalda? Es un personaje totalmente adorable, ella y sus amiguitos. Incluso hay personajes que odiás y amás al mismo tiempo. Los entrevistados sintieron que estaban formando parte de algo especial, tengo la sensación de que nadie quiso quedarse afuera. Fue recibido con mucha alegría y satisfacción por parte de todos», aseguró Muñoz.
Un punto fuerte del trabajo es el archivo. En los últimos años de su vida, Quino limitó notablemente las entrevistas que brindaba, pero la serie hace una buena curaduría con declaraciones de los años ‘70 y ‘80. En una de esas apariciones, el dibujante cuenta que sumó los personajes de Felipe y Manolito «por necesidades de libreto y porque ya estaba harto del papá, la mamá y Mafalda«. En otra nota, compara su trabajo con el cine: «Uno cuando dibuja una historieta es un poco un director. La comparación es válida».
La mayoría de los entrevistados coinciden en resaltar la modernidad de las viñetas y de esa nena transgresora que supo canalizar el mundo revoltoso e inconformista de los años ‘60. Mafalda tuvo tres grandes etapas en medios gráficos (se publicó en Primera Plana, el diario El Mundo y la revista Siete Días) antes de convertirse en un suceso editorial en 1966. La serie recuerda que fue el reconocido editor Jorge Alvárez el que le propuso a Quino recopilar las primeras 240 tiras. El primero de los cinco tomos que editó agotó cinco mil ejemplares en cinco días. A partir del tomo 6, en 1970, tuvo un crecimiento sin escalas. Pasó a Ediciones de la Flor y se tradujo a 15 idiomas.
«Van a ver una serie sobre un ícono. Me gustó mucho el título de Releyendo, porque es darle una nueva lectura a algo que ya tiene tantos años pero que sigue siendo actual. La historia de Mafalda trasciende fronteras, porque es igual de leída en Argentina como en Italia o en Japón», dijo la directora.
