La vida del ilusionista argentino René Lavand

26/06/2021 actooalizame@gmail.com

La vida del ilusionista argentino René Lavand

Retrato del ilusionista René Lavand

El gran simulador 

Retirado de la vida pública, René Lavand vivió sus últimos años en una cabaña en las afueras de la ciudad de Tandil, en la provincia de Buenos Aires, junto a su esposa Nora. Reconocido en el mundo como uno de los referentes de la cartomagia, nunca dejó despuntar el vicio de los trucos con naipes y de entrenar algunos discípulos: «Lo primero que hay que aprender es aprender a aprender. Les he enseñado a crear pero no soy fabricante de artistas».

El gran simulador, el notable retrato del cineasta argentino Néstor Frenkel estrenado en 2013, recorre su fascinante universo desde sus primeras incursiones en los programas más vistos de la televisión local (Sábados circulares, Cordialmente) hasta su aparición en 1963 en Ed Sullivan Show, el gran clásico de la televisión estadounidense que solía recibir por entonces artistas de la talla de Los Beatles.

Con imágenes de archivo usadas en su justa medida, en algunos casos con materiales inéditos como el de Lavand en Copacabana que aparecen en los títulos de apertura, el documental está plagado de grandes definiciones del ilusionista, algunas de las cuales, según revela el director, fueron obtenidas en los últimos dos días de rodaje, luego de dos semanas semanas instalados en su casa, cuando René «se relajó».

Entre otras cosas, Lavand cuenta por qué prefiere que lo presenten como ilusionista («No me gusta que me llamen mago, es una palabra que confunde a los públicos»); la clave de su trabajo en los últimos 50 años ( «La última estación del engaño sutil del ilusionista es llegar no al engaño ni a la mentira. Es llegar al cinismo. Estoy mintiendo de tal manera, tan a las claras, que esto es cinismo no es mentira«); sus ocurrencias después de mostrar un truco ante la cámara («Qué bien lo hago, ¿no? Perdonen que sea inmodesto pero si no lo fuera sería perfecto. Los modestos son los peores de todos») o sus modos cautivadores de hablar: «Yo soy un contrabandista de frases. Un pícaro que aparenta ser culto y no lo es aunque algo aprendí en la vida».

En el registro cotidiano de su vida, además de las entrevistas en su casa, Frenkel lo acompaña a la ciudad cuando desayuna leyendo el diario o cuando visita médicos. Un ejercicio presente en todo el documental: acercarse al personaje para descubrir a la persona. «Los artistas no trabajamos, mi paisano René. Los artistas nos preparamos permanentemente para entretener, divertir y emocionar a aquellos que trabajan. En el recreo de los públicos allí estamos nosotros los artistas», recuerda Lavand que le dijo el músico Atahualpa Yupanqui durante un encuentro en París.

A 8 años de su estreno de la película, esta semana hablé con Néstor Frenkel sobre su primera charla con Lavand y sobre algunas anécdotas de la estadía en Tandil.

1. ¿Cómo fue primer encuentro con René y qué dijo cuando le propusiste hacer un documental sobre su vida?

Yo estaba en Tandil por Amateur. Armaron una picada de Tandil Cine (N. del R.: un festival local que se desarrolla a fin de año) y ahí lo vi llegar y no me acerqué, me quedé como quieto, no podía creer. Los que estaban conmigo me decían «vení que te lo presentamos». Dije que no, que gracias. Me agarró mucha timidez y casi que me fui al toque, no me quise ni quedar. No me acordaba de él, no sabía ni siquiera que estaba vivo; sabía que era de Tandil, pero la verdad que era un recuerdo medio vago. Me quedé en el hotel pensando que acá estaba el comienzo de algo. Así que a las dos horas había cambiado totalmente mi estrategia: llamé a la gente del festival y les pedí el teléfono. Llamé y me citó unas horas después. Ese primer encuentro fue muy simple, yo estaba muy apichonado y tampoco tenía mucho para decirle. En realidad fui para ver si había un no rotundo porque sabía que tenía su fama de cascarrabias, de personaje quizás un poco irascible o con salidas sorprendentes. Me presenté y le dije que trabajaba de documentalista, que tenía esta intención y él, con mucha cancha y muy relajadamente, me dijo «andá, intentalo y cuando tengas algo concreto me venís a decir». Vi el lugar, vi la cabaña, el gato, los bastones y dije «acá hay una película sucediendo». Falta la cámara y mirarla porque este señor, con este aspecto, esta voz, con todos esos juegos de cartas y las historias que contaba, no podía fallar.

2. ¿Qué recordás del rodaje en Tandil?

Quizás lo más lindo, lo más divertido, lo que marcó la película fue que con todo el equipo de filmación alquilamos unas cabañas que compartían el fondo con su casa. El día a día era desayunar, agacharnos en la copa de un árbol y aparecernos en la casa de René sin avisar. Él sabía que durante esas dos semanas íbamos a estar todo el tiempo ahí. Era un poco invadir y él se quejaba, pero le divertía mucho. En el medio del primer encuentro y el rodaje de la película hubo muy poco: algunos llamados por teléfono y una vez que me fui a pasar un día para charlar y ajustar cosas. Pero la verdad es que fui casi sin conocernos, con una relación muy ínfima. Lo lindo del rodaje es que en esas dos semanas hubo onda. Se generó una amistad y yo lo vi mucho en el material. Muchas de las cosas que se ven durante la película, que son los momentos donde él está totalmente relajado con la cámara y con el hecho de ser grabado, fueron logradas los últimos dos días porque él se había sacado el peso de encima de hacer todos los juegos de cartas. Sentía la responsabilidad de hacerlos y hacerlos bien. De repente me decía: «Mañana no puedo filmar porque tengo que ir al médico» y yo le respondía: «Bueno vayamos al médico juntos». Así se fueron armando las situaciones.

3. ¿Cómo apareció la idea de armar una película dentro de la película a partir de la historia que lee René sobre el ilusionista?

Durante los meses que duró mi investigación, la escritura, la presentación del proyecto y la preproducción, entre las personas que me parecían interesantes apareció el discípulo (N. del R.: se refiere al ilusionista Diego Santos, alumno de René) y el escritor Rolando Chirico. Charlamos un montón y me trajo impresos cuatro cuentos que, en algún momento, habían sido un proyecto para hacer unos cortometrajes o unos capítulos de televisión escritos por él para René. De esos cuatro cuentos uno me pareció el más filmable, el más interesante y el que sumaba una imagen de René adentro de un casino. Él había dado muchos shows en casinos, era un hombre de la noche, del juego y del naipe. Quedó lindo, sobre todo la historia de este personaje que cree dominar el azar.

4. Parte del material que se ve en El gran simulador es del archivo privado que conservó su esposa. ¿Cómo lo organizaste y dónde conseguiste el resto de las imágenes?

Sabía que su presentación en la televisión estadounidense (N. del R.: se refiere al archivo de Ed Sullivan Show) estaba editado en DVD. Unos meses después me escribió Nora, la mujer de René, diciéndome que había llegado un fanático a la casa que decía tener grabaciones de televisión de Lavand. Lo contacté, vivía cerca de mi casa y me terminó pasando lo de Cordialmente, de ATC. Después estaba el Mago Rodó, otro coleccionista, a quien le compré una cantidad importante de material de televisión como Monumental Moria. Para esa época también se estaba editando una colección de cinco DVS´s en un canal de cable de Portugal. A través de René gestioné para que me dieran la autorización y los conseguí. Después fue el juego del montaje, cómo equilibrar un poco el presente de la película con la posibilidad de verlo actuar con otra actitud frente a la cámara. Siempre se termina de completar algo de lo biográfico, más allá de que la película no es una narración biográfica, pero verlo joven, verlo en épocas y en situación te ensancha la dimensión del retrato que uno puede hacer que fue hecho fundamentalmente en un momento y en un lugar.

Trailer de El gran simulador, de Néstor Frenkel