Cineasta experimental, director creativo y productor de múltiples proyectos, Jim Henson fue un creador de contenidos medio siglo antes de que se usara ese término. Pasó su infancia en una zona rural de Mississippi, al sur de los Estados Unidos, con la televisión funcionando alternativamente como influencia y como escape.
En los años ‘60, Henson fue el creador de Los Muppets y de Plaza Sésamo, dos sucesos televisivos que trascendieron varias generaciones y que se vieron en más de cien países de todo el mundo. Durante su niñez, aseguró, nunca vio ningún show de títeres: «Los hice y me presenté porque quería trabajar en televisión», le contó al director Orson Wells en un intento por elaborar una hipótesis sobre el origen de sus criaturas.
Jim Henson: el hombre y las ideas, del director estadounidense Ron Howard, viaja en el tiempo para contar con archivos y entrevistas la historia detrás de los personajes que se convirtieron en íconos de la cultura popular. Howard reconstruye, por ejemplo, cómo fue la aparición de la rana René, armada con un abrigo verde de la madre de Henson y una pelota de ping-pong. También se ocupa de la relación del creativo con la titiritera Jane Nebel, su esposa y socia, con la que dirigió sus series.
«Creaba desde la inocencia, era una criatura muy poco común«, recuerda en el documental el cineasta Frank Oz, amigo y ex mano derecha de Henson. «Era tan hacia adentro y callado que su vida interior seguramente hacia ebullición. Tenía muchas ideas y cosas que quería hacer», apunta.
Entre sus hallazgos, la película incluye los primeros pilotos de Plaza Sésamo en 1969, el programa de educación infantil más largo de la historia de la televisión. Al mismo tiempo, repasa las dos experiencias de Henson en el cine, consideradas al momento de su estreno como «fallidas», que se convirtieron con los años en verdaderos clásicos: El cristal encantado (1982) y Laberinto (1986), con la actuación del cantante David Bowie.
«Había momentos con los Muppets tan increíbles y tan graciosos; también comerciales que eran para morirse de risa, y para los cuales simplemente no hubo tiempo», contó Howard sobre el material de archivo que tuvo que descartar para el documental. «Hubo mucho sobre música que dejé por fuera, pero que dolió, porque Henson no escribía música, pero entendía cómo usarla junto con imágenes de manera genial, y me hubiera gustado profundizar más en ese aspecto, en esas canciones y colaboraciones», agregó el realizador ganador del premio Oscar por su película Una mente brillante, en 2002.