La chica del sur
En el verano de 1989 y con el auspicio de la Unión Soviética, apenas cuatro meses antes de la caída del Muro de Berlín, un contingente de 90 argentinos viajó a Pyongyang, en Corea del Norte, para participar del Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes.
Representantes de todo el mundo celebraron allí distintos acuerdos (el Partido Comunista británico reconoció la soberanía argentina en Malvinas, por ejemplo) y se debatieron reclamos históricos: la cancelación de la deuda para los países más pobres, la suspensión de las pruebas nucleares y su extinción para el año 2000, entre otros.
Con 24 años, José Luis García, que formaba parte del grupo, estaba ahí casi de casualidad luego de que su hermano le cediera un paquete por 500 dólares para disfrutar unos días de «los beneficios del turismo revolucionario». Con su cámara VHS se encargó de registrar el arribo, la vida cotidiana en la capital norcoreana (¡sin custodia!) y el desarrollo del festival. Todo transcurrió con normalidad hasta que la llegada de una joven surcoreana captó por completo su atención. Se llamaba Lim Su‑kyung y había arribado a Pyongyang clandestinamente para traer un mensaje de reunificación para las dos Corea divididas desde 1953.
En La chica del sur, uno de los mejores documentales argentinos de la última década, García recupera ese «último baile en la cubierta del Titanic» antes de la desintegración total del bloque soviético e indaga en las utopías de un mundo mejor.
A propósito de su reestreno online y gratuito en el ciclo Asia Diversa, de Puentes de Cine, hablé con José Luis sobre esa experiencia en Corea del Norte, los archivos que conservó desde el ‘89 y cómo fue reencontrarse con la protagonista de su película veinte años después de ese viaje.
IMPORTANTE: antes de leer el intercambio con el director creo que lo mejor es que mires la película y vuelvas al finalizar la función, para evitar posibles spoilers en la entrevista. El que avisa…
1 – ¿Cuántas horas pudiste registrar durante tu viaje a Pyongyang?
Casi 24 horas, en 8 tapes VHS. Al volver intenté hacer una síntesis, pero enseguida abandoné el proyecto porque no tenía una idea de guión para poder seguirlo. En 2003 hice una nueva selección para retomar lo que sería el futuro documental de cuatro horas y de ahí salieron los casi 20/25 minutos que conforman la primera parte del documental, a los que se sumaron algunos minutos más de materiales de archivo del evento que conseguimos de distintos archivos en el mundo.
2 – ¿Qué le pareció la película a Lim Su‑kyung?
Cuando vio un corte no final todavía, me mandó a decir que era el fin de su carrera política y el fin de mi carrera como cineasta. Por suerte algunos amigos de ella que conocíamos nos tamizaron el mensaje: había quedado shockeada por el documental, había funcionado como un espejo en el que no le gustaba verse. Pero estos mismos amigos creían que el trabajo era justo y retrataba, no solo nuestra problemática para comunicarnos, sino también la de toda la sociedad coreana.
3 – ¿Seguís en contacto con ella?
Seguimos en contacto a través de Ale Kim (N. del R.: traductor coreano y también protagonista de La chica del sur), que está viviendo allá ahora también y se hicieron muy amigos. Ella se casó, con vestido de novia y todo, y vive al parecer bastante feliz con un hombre que supo contenerla. Nos manda mensajes afectuosos, a mí y a Gabriel (Kameniecki, productor ejecutivo de la película) y hasta fotos con posters de la película y riéndose. El paso del tiempo le hizo bien respecto a la percepción de la película y a nosotros mismos y creo también que la película la ayudó a quebrar un muro muy rígido que tenía para expresarse y comunicarse dentro de la sociedad surcoreana.
4 – Viendo en perspectiva aquel verano de 1989, ¿Cuál es tu opinión de la situación actual de las dos Corea y lo que viste, en especial, en el Norte teniendo en cuenta que se cerró todavía más?
Sigo los sucesos de Corea pero no con tanta intensidad como entonces, cuando producíamos la película. Pero en esencia no cambié demasiado mi opinión: hay un statu quo político, más radical en un lado que en el otro, sin duda, pero represivo en ambos, que consolida cada vez más dos regímenes que se sostienen mutuamente bajo la realidad pero también la excusa de una guerra inacabada y muy difícil de acabar al mismo tiempo en un contexto geopolítico muy dramático. Solo pensar que Corea tiene fronteras con Rusia, China, Japón. De hecho, Estados Unidos (que mantiene una base militar, más grande que el barrio de Palermo, en pleno centro de Seúl y buques alrededor de la península) señala que la solución del conflicto no es tan fácil. A la vez, muy tristemente, siento que los coreanos empiezan a tener diferencias ya casi raciales, por la desproporción en la alimentación de uno y otro lado, que genera discriminaciones cada vez más insalvables. Siento mucha tristeza al pensarlo, la gente en Norcorea era muy muy amable, aunque el régimen político pueda ser retratado como despreciable para nuestras costumbres, para nuestra educación «democrática occidental», y aunque tal vez quizás lo sea…
Trailer de La chica del sur de José Luis García
5 – El año que viene se cumplen 10 años del estreno de la película. ¿Cuál es el balance que hacés del recorrido que hizo La chica del sur?
Muy bueno. Tuvo mucha difusión, un gran recorrido por festivales, se pasa mucho en la televisión. Tuve respuestas muy cálidas de muchos espectadores de todo el mundo, afiancé una gran amistad con Gabriel y Ale Kim, que a la vez se hizo muy amigo de Lim Su‑kyung, lo que me gratifica en tanto ella también se quedó con algo importante afectivamente. Quizás queda pendiente que alguna vez se pase en Corea, donde nunca se proyectó en ningún festival porque yo le dejé a ella la potestad de decidirlo. Desde que estábamos grabando sentí que nunca la querría pasar…
6 – ¿Estás trabajando en un nuevo documental?
Estoy trabajando en dos proyectos de ficción, uno con bastante base de archivo, pero no es documental. No descarto que aparezca en cualquier momento el deseo de encarar alguno pero los intentos que hice en estos años fueron sobre temáticas o conflictos que evidentemente no me cargaban las pilas como para encarar la travesía de producir un documental, que no sólo es ardua en términos productivos, sino también en la investigación y en el armado de un equipo que esté a pleno con el proyecto porque si no corrés el riesgo de quedar varado en medio del océano.