El director de El fotógrafo y el cartero: el crimen de Cabezas, Alejandro Hartmann, habla del trabajo de reconstrucción del caso; de cómo fue contar a José Luis Cabezas más allá del fotógrafo y del acceso a las fuentes para presentar uno de los crímenes más impactantes de los últimos treinta años.
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2. Me interesa saber qué pasa con un caso tan argentino en el resto del mundo. ¿Qué repercusión extranjera tuviste durante las tres proyecciones en BAFICI y cómo fue el proceso de «venta» de esta producción a una plataforma global como Netflix?
La verdad es que no sé qué entenderá alguien de afuera. Es un misterio para mí porque, si bien Carmel también es una historia muy argentina, en algún sentido tiene algo más universal. En las proyecciones de BAFICI hubo un par de extranjeros dando vueltas, pero no tuve la posibilidad de medir esa reacción. Así que es un misterio y es algo que me da mucha intriga. Respecto a la venta, nosotros veníamos de la experiencia Carmel, que además demostró que una historia muy nuestra contada y guionada por un equipo ciento por ciento argentino, que podía funcionar afuera. La verdad es que, si bien Netflix no te da números, yo recibí mucha repercusión de afuera. Apostamos a cierta narrativa policial en la película justamente porque sabíamos que había que contar una historia que por lo menos en su forma fuese universal. Montado sobre esa forma, pudimos contar eso que en un punto sí es muy nuestro y que tiene que ver con el desastre que sucedió en los noventa, con lo que fue el horrible crimen de José Luis. Ellos lo vieron y les pareció interesante.
3. Otra búsqueda del documental es saber por qué todo esto terminó en un crimen tan atroz. Esa respuesta todavía está pendiente teniendo en cuenta que el presunto autor intelectual está muerto. ¿Eso fue un problema para contarlo?
El personaje de Yabrán es muy interesante por muchos motivos. Uno de ellos es el de no estar, de haberse corrido de la escena y eludir a la Justicia.
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5. La viuda de José Luis, Cristina Robledo, y su hermana Gladys Cabezas sólo aparecen en la película a través de archivos. ¿Fue una decisión no incluirlas en testimonios del presente?
Una de las primeras personas con las que yo hablé fue Gladys. Tuvimos varias charlas y en algún momento llegamos a filmar alguna cosita. Después ella decidió no estar. Ella tiene una forma súper personal de llevar adelante su lucha, digamos, basada en dos pilares: uno es recordar a José Luis poniendo a su persona delante de las cámaras o de los medios. Y lo hace con un segundo objetivo, que es denunciar la impunidad de los culpables que después quedaron libres. Para mí igual es súper respetable, nadie tiene la obligación de abrir sus historias y de contar sus historias. En ese sentido soy muy respetuoso, insisto un poquito y cuando las personas te dicen no es no. Con Cristina también hablé. Ella vive en España y lo que me expresó era que es muy doloroso revivir todo esto y prefería no estar. Le pregunté si podía usar los archivos, me dijo que sí.
6. Leí en algunas entrevistas que dijiste que querías contar quién era José Luis. El José Luis persona, un tipo común más allá del fotógrafo y que te parecía importante que Cabezas sea presentado no como un objeto si no un sujeto. ¿Creés que conseguiste ese objetivo?
Haciendo Carmel nos quedó muy evidenciado, te diría desde el minuto uno, que en cuanto alguien pasa a ser víctima y especialmente cuando es asesinado, pierde totalmente su condición de sujeto. Hay algo a lo que le rehuimos como espectadores, como sociedad, como personas, que tiene que ver con la muerte. Hay algo en relación a la muerte que parecería ser vergonzante en la sociedad y hace que las víctimas terminen totalmente despojadas de cualquier condición de sujeto. Si son mujeres, ni hablar. Con María Marta era muy evidente, al punto que en la opinión pública te dabas cuenta de que no la querían. Había algo muy desagradable. Luego, entrando en este caso, en el crimen de Cabezas, yo mismo ahondé en mis propios recuerdos y en qué era lo que tenía del caso y resultó que lo que tengo es la frase y el afiche. Esa mirada que termina convirtiendo todo en un póster, en una remera. Me parecía interesante saber quién era este tipo, qué era lo que había hecho y por qué había muerto. Qué conciencia habrá tenido él antes de su muerte del verdadero riesgo que implicaba su trabajo. Todas estas preguntas que lo humanizan y desmitificar un poco el mito de Cabezas. Hay algo en particular de este caso y es que uno enseguida empieza a buscar algún tipo de causa de la muerte: «José Luis debe haber sido un militante y él quería denunciar a Yabrán». No, José Luis era un fotógrafo que lo que único que quería era hacer buenas fotos.
7. Me parece que Carmel tiene muchas situaciones, dentro de la gran tragedia del crimen de María Marta, con las que me reí a carcajadas. Toda la situación del juicio o el modo en el que Carlos Carrascosa cuenta las cosas que cuenta, por ejemplo. En El fotógrafo y el cartero me sorprendió ver que la persona que, de alguna manera rompe el hielo, es Duhalde relatando la situación del testigo que invita a su casa.
Sin dudas Carmel tiene esa cosa de telenovela tragicómica. Al principio pensábamos si teníamos que hacer una ficción o un documental. Nos mirábamos y decíamos: “Una ficción va a terminar siendo una especie de comedia mala”. El fiscal que llega tarde o llega y no ve lo que tenía que ver, los familiares que limpian la escena del crimen, etc. Y si todo fue un plan, es un plan malísimo. En el caso de Cabezas lo único que hay es horror. El contexto de las peleas políticas, el contexto económico y el crimen de José Luis. Todo es horroroso. La fiesta de Andreani, quizás, es el único momento de distensión que puede tener la historia más allá de la película.