Class Action Park
Durante 20 años el parque de atracciones Action Park fue considerado el más peligroso del mundo. A contramano de las imágenes que suelen proyectar este tipo de lugares, donde priman la diversión y las grandes aventuras, hasta su cierre en 1996 este parque fue sinónimo de accidentes, experiencias extremas y muerte.
Seth Porges y Chris Charles Scott, los directores de Class Action Park, reúnen a ex empleados y fanáticos del lugar para reconstruir una historia insólita cruzada por la negligencia y la locura. Ubicado en Vernon, en el Estado de New Jersey, Estados Unidos, el parque comenzó a funcionar en 1978 cuando el empresario Eugene Mulvihill, un aventurero de Wall Street que había aprovechado la era de las microacciones en la bolsa, compró las hectáreas de un resort de esquí y comenzó a planificarlo.
Mulvihill, que tenía conocimientos muy rudimentarios sobre diseño de juegos en parques, dividió el lugar en tres: el Centro Alpino, Mundo Marino y Mundo Motor. Tres grandes bloques temáticos con atracciones estrafalarias que iban desde un peligroso tobogán de agua cerrado (el Cannonball Loop o Bucle de cañón) a un columpio sin seguridad (Tarzan Swing) que desembocaba en un arroyo helado lleno de truchas.
Convencido del éxito que tendrían sus creaciones, el empresario llegó a probar el tobogán en dos oportunidades. Primero con muñecos de plástico, que terminaron desmembrados, y luego con empleados del parque a los que pagó 100 dólares a cambio de usarlos como ratones de laboratorio. Mulvihill era un personaje peculiar que, según el recuerdo de sus ex colaboradores, aspiraba siempre a tener los juegos más grandes, más peligrosos y más extremos.
La creciente popularidad de Action Park hizo que desde comienzos de la década del ‘80 el lugar se convirtiera en una especie de rito de iniciación para muchos jóvenes. «Cuando los periódicos advertían del peligro potencial de Action Park, más adolescentes llenos de adrenalina iban en manada. Se convirtió en una profecía autocumplida: en un mundo lleno de gente que te dice que no, Action Park te decía que sí«, señala el documental.
Se estima que en un solo día el parque podía tener un promedio de entre 50 y 100 personas con heridas de distinta gravedad. El número se duplicaba cada fin de semana cuando el caudal de público aumentaba. La primera muerte se produjo en la zona de los kayaks, una de las atracciones de Mundo Marino. Mulvihill había instalado ventiladores submarinos que ayudaban a empujar el agua y generaban falsos rápidos. Un día alguien saltó de una de las embarcaciones y murió electrocutado al tomar contacto con uno de esos ventiladores. Increíble, pero real: electricidad sin conexión a tierra y ¡en un parque acuático! No fue la única tragedia. Sobre los años posteriores, el documental detalla muertes en los toboganes y en una extraña piscina de olas artificiales.
Durante todo ese tiempo, sin embargo, una red de contactos en la política y la justicia le permitieron a Mulvihill mantener el control del parque sin ningún tipo de regulación hasta que a mediados de la década del noventa su suerte terminó. La mala fama acumulada y la caída en desgracia del principal inversor fueron la tormenta perfecta para la clausura.
Desde 1998 el lugar es administrado por la empresa de turismo Intrawestque, entre sus primeras medidas, eliminó las atracciones y rebautizó al parque con el nombre Mountain Creek.