En el final de Alex Jones: una guerra contra la verdad un tribunal estadounidense condena al mediático conductor Alex Jones a indemnizar con 965 millones de dólares a los familiares de las víctimas de la masacre en la escuela de Sandy Hook ocurrida en 2012 en Connecticut. Durante diez años, Jones se ocupó de mentir, hostigar y sostener la teoría falsa de que la matanza escolar en la que murieron 26 personas, en su mayoría niños, nunca ocurrió.
«La verdad se impone y quienes se aprovechan del dolor ajeno lo acaban pagando», dice uno de los demandantes poco después de que se conociera el veredicto. El documental de Dan Reed, director de la estremecedora Leaving Neverland, hace un notable trabajo de archivo de las primeras incursiones de Jones en la década del noventa. Por entonces ocupaba un lugar marginal en los medios, pero ya alentaba versiones tergiversadas. En 1995, tras el atentado terrorista de Oklahoma que arrasó con un edificio federal y en el que murieron 168 personas, insinuó que el terrorista había tenido escolta militar para colocar la bomba.
Las campañas más agresivas comenzaron incluso antes de que se utilizara el concepto de la posverdad. Jones creció exponencialmente con sus programas tras el atentado terrorista al World Trade Center, en 2001. En aquel entonces agitó la teoría de un autoatentado organizado del gobierno de George W. Bush. Años más tarde, tras el accidente nuclear en la central japonesa de Fukushima, advirtió sobre los niveles de radiación elevados en las costas de los Estados Unidos y comenzó a vender yodo entre sus seguidores para prevenir eventuales enfermedades.
Sin embargo, ningún episodio es comparable al grado de difamación que sufrieron los familiares de las víctimas de la escuela de Sandy Hook. Desde su canal InfoWars, que llegó a acumular 1300 millones de vistas, Jones y el resto de los conductores llamaron a desmontar la supuesta mentira de la masacre burlándose públicamente de los padres de las víctimas. Su señal de noticias, además, fue la plataforma ideal para el lanzamiento de la candidatura de Donald Trump en 2016: «Yo diría que el 90% de mi audiencia lo apoya», le dijo Jones al entonces candidato republicano en una entrevista. «Tu reputación es fantástica, no te defraudaré», respondió Trump.
Mientras veía la película intentaba buscar ejemplos argentinos de conductores que combinaran con el estilo de Jones. Ni Chiche Gelblung, ni Santiago Cúneo ni Esteban Trebucq, por pensar en tres casos fácilmente asociables, alcanzan los grados de crueldad y violencia del conductor estadounidense.
La película también se interesa por el negocio detrás de sus programas. Jones creó un mercado paralelo con la venta de supuestos medicamentos. Además de píldoras para adelgazar, llegó a comercializar pasta dental para prevenir el coronavirus. Una verdadera industria de la conspiración del bienestar con la recaudó millones de dólares.
En una entrevista, Reed contó que comenzó a trabajar en el documental intrigado por las mentiras de Jones alrededor de la masacre en la escuela de Sandy Hook: «Se trataba de chicos de entre 6 y 7 años. ¿Por qué querrías inventar historias sobre eso?», explicó. «Este es un documento sobre un punto de inflexión en nuestra relación con la verdad y en cómo llegamos a ella como sociedad», agregó.
Como apostilla complementaria a esta edición de Línea Documental: esta semana el filósofo y periodista Tomás Balmaceda inauguró en Buenos Aires la muestra Fake News. El valor de la información en la Fundación Telefónica, una exposición que propone un recorrido por la difusión de las noticias falsas y reflexiona sobre su alcance. Se puede visitar de manera gratuita y tiene visitas guiadas. Los días y horarios se pueden consultar en este link.