Desde hace una década el biólogo marino Maxim Chakilev viaja al Ártico siberiano para estudiar el ciclo migratorio de las morsas. Un evento natural impactante que cada año puede reunir más de 10 mil ejemplares de estos mamíferos y que sirve de muestra para contar los estragos del cambio climático en esta región de Rusia. En el pasado, las morsas podían descansar sobre el hielo marino. En el presente, sin hielo debido al calentamiento global, se ven obligadas a permanecer más tiempo en tierra firme.
En Haulout, el cortometraje documental nominado en la última edición de los premios Oscar, los directores rusos Evgenia Arbugaeva y Maxim Arbugaev se instalan durante tres meses en la cabaña donde Chakilev supervisa el comportamiento de estos animales. «La historia era tan cautivadora como aterradora», recordó Arbugaeva.
La cineasta supo del científico casi por casualidad mientras grababa un documental con la comunidad indígena Chukchi, en el Círculo polar ártico, y descubrió la cabaña en medio de la nada. Un grupo de cazadores le contó que cada año un biólogo visitaba el lugar para estudiar las migraciones de morsas. «Pensé mucho en captar la atmósfera del lugar, pero también en nuestra presencia allí, y en cómo limitarla, para dar más espacio a nuestro protagonista y a los animales», dijo Arbugaeva sobre la producción, un corto de observación que consigue imágenes increíbles de la llegada y permanencia de las morsas durante el otoño.
En 2020, cuando se grabó Haulout, Chakilev estimó cerca de 600 muertes de morsas, el máximo hasta la fecha, en distintas estampidas al intentar regresar al mar. Estos mamíferos pueden medir 3,6 metros y pesar hasta 1.700 kilos.
La directora contó que uno de los principales retos en los 90 días que permaneció en el lugar fue la energía para mantener con batería todos los equipos. «Tuvimos que usar un generador que producía bastante ruido y mal olor, así que estábamos limitados a la hora de recargarlas», recordó. Esa situación puso en alerta a los animales: «Aunque puedan parecer agresivas, las morsas son muy vulnerables porque no están en su entorno natural. Se asustan con olores o sonidos extraños, como el ruido del generador. Cuando se asustan, entran en pánico, lo que puede provocar una estampida enorme. Así que tuvimos que tener cuidado de no inquietarlas».
La pareja de documentalistas consiguió 60 horas de grabación. El segundo reto fue editar estos materiales para componer un cortometraje de apenas 25 minutos. «Nos decidimos por una estructura sencilla de narración lineal y una historia compacta de principio a fin. Hacerlo así me pareció natural y sin complicaciones, y sentí que el contraste entre una estructura sencilla y un tema complejo y muy triste era una buena forma de contar la historia», recordó Arbugaeva.