Ascensión
China se convirtió en el último siglo en un jugador clave para el funcionamiento de la economía global. Su poderío económico y su influencia comercial ubicaron al país en un lugar estratégico y determinante que sigue siendo un misterio para el mundo occidental.
Este excelente documental de observación, dirigido por la cineasta estadounidense Jessica Kingdon y nominado como Mejor Documental en la próxima entrega de los Premios Oscar -junto a Flee, Attica, Summer of Soul y Writing with Fire– es una aproximación a la China contemporánea y contradictoria que rara vez podemos explorar.
Kingdon recorrió 51 locaciones a lo largo del país para dar cuenta del presente de la división de clases en tres partes bien marcadas: la clase obrera, uno de los pilares de su sistema de producción; la clase media, reflejada aquí en distintos entrenamientos o cursos para venta de productos y, finalmente, un acercamiento a las preferencias de los nuevos ricos chinos.
«En un principio, iba a tener un carácter más medioambiental, pero a medida que iba rodando, se convirtió en algo más relacionado con la búsqueda de la movilidad ascendente y en un estudio del materialismo y de la economía china», explicó la directora. En la primera parte de Ascensión vemos de cerca el reclutamiento para empleos baratos en distintos rubros y con diferentes condiciones. «Trabajo sentado disponible»; «Trabaje con nosotros empaquetando cigarrillos electrónicos»; «Se brinda residencia y comida»; «¡Tenemos empleos en los que se pueden sentar en el trabajo!»; «No venga si tiene más de 38 años».
En ese registro, por momentos hipnótico, hay hallazgos como las grabaciones en el interior de una fábrica de muñecas inflables y el entrenamiento militar de una importante compañía: «Cuando se sientan incómodos y les duelan los brazos, deben seguir porque ese es el límite que tratamos de romper. Sin dolor, no hay ganancia«, se escucha decir a un coach.
A medida que avanza el documental la intriga sobre cómo hicieron los realizadores para grabar algunas escenas en un país tan restrictivo se incrementa. «La intención es crear un espacio para que la audiencia experimente las imágenes y los sonidos sin juzgarlos, sino más bien experimentarlos y sentarse con ellos, en lugar de tratar de darles sentido y categorizarlos», aseguró la directora.