Colonia Dignidad: una secta alemana en Chile
Con el regreso de la democracia en Chile, a comienzos de la década del noventa, el mundo conoció los horrores detrás de Colonia Dignidad, la enorme comunidad alemana dedicada a tareas agrícolas y de beneficencia que construyó el líder espiritual Paul Schäfer en 1961.
Fundada en un área rural de 16 mil hectáreas, en la zona precordillerana de Parral, Schäfer planificó su propio mundo -un sistema represivo con replicas del modelo nazi-, acompañado por 300 alemanes, en la mayoría de los casos engañados sobre los verdaderos propósitos de la misión, que buscaban una nueva vida en América tras la Segunda Guerra Mundial.
Con el apoyo de archivos inéditos aportados por los ex camarógrafos de la colonia Wolfgang Muller y Alfred Gerlach, Colonia Dignidad: una secta alemana en Chile, la serie documental de seis episodios que estrenó Netflix, vuelve sobre esta historia con estremecedoras revelaciones de la vida interior de la secta. Ex colonos alemanes y ex residentes chilenos denuncian los abusos a los que eran sometidos y hablan sobre los controles que implementó Schäfer en el «paraíso de pederastia donde nadie podía entrar», como lo definió el ex residente Salo Luna Garrido.
Como si se tratara de un Estado dentro del Estado, durante 30 años la colonia consiguió ser parte de la vida social y política, pero gracias a sus contactos con el poder chileno y el uso constante de la propaganda ninguna denuncia sobre lo que realmente ocurría consiguió quebrar su blindaje. El ex colono Wolfgang Kneese logró escaparse dos veces. En el primer intento fue recapturado y torturado. «Me excluyeron de los eventos comunitarios y me prohibieron hablar por un año. Si daba los buenos días, recibía una bofetada», recuerda en el documental. En 1967 regresó a su país, gracias a la ayuda del embajador alemán en Santiago, y denunció los crímenes y abusos que se cometían en el lugar.
En los episodios tres y cuatro, la serie se detiene en los boicots orquestados desde la colonia cuando el gobierno de Salvador Allende era visto como la «amenaza comunista» que podía quedarse con sus tierras. Amigo personal del dictador Augusto Pinochet, en plena dictadura Schäfer lo recibió en varias oportunidades y prestó las instalaciones del lugar para que se usaran como “escuela” y centro de tortura al servicio de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA).
Los militares, según el ex integrante de la policía secreta Samuel Fuenzalida, «no conocían métodos para sacar información a los presos y confiaban en la experiencia de los alemanes». El ejército tomó a la colonia como un regimiento más.
La influencia de Dignidad fue determinante en la zona. Schäfer organizó la construcción de todo un pueblo (los colonos trabajaron sin descanso 16 horas por día, siete días de la semana) y montó comedores y un hospital para recibir a los más humildes. Parte del siniestro plan, que servía de propaganda para exaltar los valores de la colonia, incluyó el secuestro de varios niños que fueron separados de sus padres. Un episodio oscurísimo narrado intermitentemente en diferentes capítulos.
La entrega del poder por parte de Pinochet significó el principio de su fin. El primer presidente de la transición democrática Patricio Aylwin quitó la personería jurídica a Colonia Dignidad mientras, en simultáneo, las denuncias sobre abusos y violaciones a los derechos humanos contra Schäfer comenzaron a multiplicarse.
En 1997 huyó de Chile para esconderse en Argentina. Fue recién en 2005 cuando fue detenido y condenado en el país vecino donde finalmente murió en prisión en 2010. Desde el final de la era Schäfer, el lugar (que ahora se llama Villa Baviera) es una sociedad anónima administrada por algunos hijos de ex fundadores. Cada año, desde entonces, familiares de las víctimas exigen que deje de ser un centro turístico y se convierta en un espacio de memoria.