Cuando la fotógrafa Sol Miraglia le propuso contar su historia en una película, Luisita lo desestimó: «¿A quién podría interesarle?». Miraglia la había conocido poco después de su retiro. Desde entonces y hasta 2014, la visitó semanalmente y presenció los «rituales» de las meriendas de Luisitajunto a sus hermanas y algunas amigas. En una de esas excursiones, cuando ya había empezado con los registros para el documental, comenzó a revisar las cajas de negativos y copias del trabajo de Escarria: un archivo oculto por 30 años con más de 12 mil sesiones realizadas entre 1962 y 2009. Además de las fotos a vedettes, el porfolio de Luisita incluía a cómicos como Luis Sandrini y Minguito o músicos como Atahualpa Yupanqui. De hecho, con el ocaso del teatro de revista, en la década del ‘80 el estudio pasó a fotografiar casi exclusivamente a distintos grupos musicales de cumbia, mambo y bolero.

«Son un montón de recuerdos y anécdotas, es un proceso de una amistad de 12 años y de un vínculo que Luisita siempre unió desde el amor. Es como el lema general del proyecto; desde la simpleza, desde lo transparente que fueron ellas con todo», me contó Sol esta semana.

El documental ganó en 2018 el Premio del Público en BAFICI. Ahora, por iniciativa de la directora, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) acaba de inaugurar la muestra Temporada fulgor Foto Estudio Luisita que pone en valor su imponente trabajo a lo largo de 50 años.

Sobre la exposición y el proceso de rodaje del documental, que está disponible gratis en CineAR, conversé con Sol Miraglia.

1) El documental: “Empecé a visitarla semanalmente. Iba con los recursos que tenía: un trípode y la reflex para registrar las meriendas. Con la excusa de hacer fotos, filmaba todo el tiempo. El documental aparece cuando me di cuenta de que era difícil concentrar ese material en una muestra, que es algo muy fijo y firme. Pasaba lo mismo con un libro o catálogo. Cuando le propuse hacer una película, me dijo: ¿A quién le va a interesar? Ya se terminó lo analógico».

2) El rodaje: «Fue disfrutar de ellas constantemente y poder ver los rituales exactos y cronometrados. Filmamos muchísimo. Hugo (Manso) entró más tarde. En el proceso de la película me encontraba con más y más puertas con cajas para seguir mirando negativos».

3) La muestra: «De alguna manera en el último período de sus vidas, ellas volvieron a conectar con las cajas que estuvieron guardadas durante 30 años. Decían: ‘¿Para qué queremos estos negativos si ya nadie nos va a pedir copias?’ Todo lo que es de la primera década del estudio en Buenos Aires lo tiraron. Se quedaron caprichosamente con algunas copias hermosas vintage y algunos sobres con alguna sesión específica, pero tiraron los materiales porque no les entraban en el departamento. Por el estudio no sólo pasaron estrellas, que es el recorte que más les interesaba, sino también marineros, bandas tropicales y de boleros. Ahora tenemos un bibliorato con todas las personas que pasaron más las cajas y las copias. Son aproximadamente 40 mil imágenes«.