«Los humanos tenemos un arco narrativo de cientos de años y los árboles lo han tenido durante miles de años. Mientras nosotros nos deterioramos, ellos mejoran con la edad», dice Ryan Neil, artista estadounidense especializado en bonsái, uno de los protagonistas de Árboles y otras ramificaciones, un delicado documental estrenado por Max que explora distintas conexiones humanas con los árboles.
La directora estadounidense Irene Taylor sale airosa de una decisión por lo menos arriesgada al intentar vincular ciertos aspectos de la psicología de las personas con la naturaleza. Taylor elige entrevistados de orígenes y nexos bien diferentes con los árboles en un increíble cruce de historias que le permite al documental desplegarse por esas «ramificaciones» del título.
Además del experto en bonsái, la película presenta el trabajo de una fotógrafa que recorrió el mundo registrando árboles centenarios; una poeta afroamericana conectada con una singular historia alrededor de un árbol; tres generaciones de una familia japonesa cruzada por la guerra y el caso de un hombre que lleva plantados cerca de un millón de árboles. Completa la lista el que acaso sea el más polémico de los entrevistados: el dueño de una de las compañías madereras más poderosas del mundo, responsable de la deforestación de cientos de bosques en los Estados Unidos.
Como ocurre en muchos otros documentales, la temática parece una excusa de fondo que le permite a la realizadora abordar asuntos más grandes, ciertamente inabarcables, como la convivencia con la naturaleza, la muerte y el paso inexorable del tiempo (para los humanos y para los árboles).
Aunque tienen diferentes objetivos y planteos, Árboles y otras ramificaciones me recordó muchísimo a Taming the Garden, el impactante documental de Salomé Jashi estrenado en 2021. Una película que seguía el traslado de una serie de árboles (que llegaban a pesar hasta mil toneladas y medir el equivalente a 15 pisos de un edificio de departamentos) comprados por un misterioso magnate en la República de Georgia.